Odio a los predicadores


“El incansable predicador”

Que fácil es ser en las iglesias modernas la estrella del show, el centro de atención, ser la persona que viene solo a entregar su palabra.
Es fácil predicar a las multitudes en los eventos cristianos importantes, donde se junta una mayor parte de sedientos de la Palabra de Dios, o no tanto, porque allí, a pesar del predicador, Dios puede tener una obra importante.
Sin embargo, no todos tienen esa suerte.
Existen los predicadores (y digo predicadores, no pastores ni evangelistas ni ningún otro título cristiano) que simplemente no predican a personas, sino a las piedras, en las congregaciones o plazas, están en casas ministrando a personas que no desean cambiar, que son rebeldes y desobedientes a la Palabra de Dios, pero están allí, como un incansable predicador.

Ya los imagino, en los valles llevando la Biblia bajo el brazo, queridos u odiados por los lugareños, predicando el evangelio sin tapujos, nombrando palabras prohibidas, las llamadas “palabras duras” por los cristianos de las ciudades modernas, tales como: “Arrepiéntanse pecadores” o “Su vida no agrada a Dios, por lo tanto irán al Infierno”.
Nunca los verán en las tapas de las revistas cristianas, no aparecerán en la sección “Héroes” del diario ministerial, sino que su trabajo es tenido en menos por no tratarse de grande obras, por ser congregaciones pequeñas que no entran en los cánones publicitarios del mercado.

Sin embargo, entiendo a los que vituperan a estos predicadores.
No es para cualquier persona ser la burla de los vecinos, a causa del Evangelio.
No es lindo ver como la gente ignora tus palabras, aún cuando Dios te mando a que les hables.
No es un trabajo fácil, sembrar y sembrar y no cosechar nada.
Mejor diría, no es para cobardes el Evangelio.
Si eres impaciente, este no es un trabajo recomendable.
Si te gustan las luces de colores y que el humo artificial te rodee, nunca prediques un evangelio bíblico porque nunca vas a tener nada de eso.
Antes que todo esto es preferible ser un predicador de multitudes.
Sin lugar a dudas, es preferible hablar lindo, tener una iglesia linda con gente linda, y ser la estrella del servicio dominical.
No hay otra cosa que alimente tanto el ego de un cristiano como un traje bonito y un micrófono, es para el predicador como el aparato político para un candidato electoral.
Se pelean en las grandes ciudades por los cabritos y no por las ovejas, buscan atraerse la mayor cantidad de desertores de otras iglesias para poder llenar sus templos o santuarios de carnalidad.

¿Por qué en las villas no?
¿Qué alguien me explique porque no hay mega-iglesias en las villas o barrios carenciados?
¿Por qué no se meten en la vida diaria de estas personas y comparten sus miserias y allí administran eso que tanto saben, que llaman “sanidad interior”?
Sabemos que la razón que mueve a las grandes iglesias es el dinero, pero ¿Por que no pueden plantar en los barrios una semilla que dé fruto?
Por la misma razón por la que no quieren predicar un evangelio bíblico:
Porque cuesta trabajo.
Porque para tener frutos de la tierra árida tienen que arar mucho, y ni aún dejando la vida van a cosechar algo si no es el tiempo.

Quizás por todo esto desean ser predicadores en Miami, Chicago o Los Angeles....
por todo esto los odio.

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